SOMODO, restaurante mediterráneo con un toque japonés.
El Restaurante Somodo tiene un latifundio en mi corazón. Es uno de esos lugares con alma donde me siento como en casa. El mérito es todo de su chef, el japonés Shojiro Ochi.
Hace ya unos años que Stella me descubrió esta joya de la alta cocina al alcance de los bolsillos comunes. Después regresé y regresé, tanto como pude cuando trabajaba cerca, a disfrutar del menú de mediodía, para dejarme emocionar por la delicadeza, exquisitez y entrega con la que Shojiro prepara sus platos.

Después la vida me llevó a otras zonas de la ciudad pero seguí regresando, disfrutando los ahora más largos tiempos de espera entre cenas. A veces regresé sola, otras con gente cercana y preciosa con quien compartir el tesoro. Y, sin prisa, llegar con Shojiro a un espacio discreto de confianza y respeto mutuo a la vez que sincero. Sabe que mis piropos son honestos y salen a partes iguales de mis tripas y de mi corazón. Un día descubrimos que su hija cumple años el mismo día y mes que yo y lo celebramos con una copa de cava… y algo en la distancia que nos separaba se hizo levemente más corto.

Somodo es sin duda una de mis gemas más brillantes. Shojiro ama y cultiva el vínculo con su trabajo. Todo sucede a su través. Hace la compra personalmente los cinco días a la semana que tiene abierto su restaurante, de martes a sábado, y es conocido en las paradas del Mercado de la Boquería, en las Ramblas de Barcelona, donde selecciona con esmero la calidad de la materia prima.

La suya es una cocina de alto nivel, en absoluto arrogante, realista y elaborada desde la presencia. Mediterránea y con el aire japonés en la decoración y la construcción de los sabores, que no se mezclan en el plato, donde permanecen diferenciados, sino que se reúnen, uno a uno, en nuestra boca, en un baile de diferentes ritmos.

En los fogones le acompaña Toshi Suzuki y aunque tiene ayuda al servir las mesas, se acerca a todas.
Da gusto sentarse en la calma del interior del local, sobrio y elegante, antigua tienda textil del barrio de Gracia. Manteles y servilletas de hilo y una vajilla de líneas puras, todo en blanco, adornan las mesas. Las sillas son cómodas y no hay más de diecinueve, el número de comensales que le permite mantener el equilibrio en la calidad y en las formas, el vínculo directo con cada cliente, así como una relación estrecha con todo el proceso creativo, desde la idea al servicio directo en cada mesa.

Hace unos días regresé para compartir el tesoro con Elia, mi buena amiga estresada con los ensayos del último musical en el que actúa. Nos pasamos la noche alabando los platos con sonrisas y sonidos diversos como uhum… aha… mmmmmm… wuauw… porque llegado el punto, expresan más y mejor que las palabras y sacan punta a las sonrisas complacidas y discretas del chef.

Atravesar el umbral y ver a Shojiro, después de casi un año esta vez, avanzar por la sala para darme la mano, sonreírme y decir mi nombre de pila con sincero afecto, mirándome a los ojos. Todo va a ir bien, lo se. Seguridad y confianza es lo que también ofrece abriendo el corazón de su cocina.

Regresa como siempre, con su libreta donde tiene anotado el menú degustación, y es que a veces es tan gustoso no tener que escoger nada, que todo venga dado y que todo sea rico. Nos lo recita, como un sutra, templado pero con el nervio justo que dan las ganas de ofrecer un servicio excelso. Delgado, menudo pero no tanto, nos deja la carta de vinos. Al mediodía el vino está incluido en el menú, por la noche no y eso ofrece un extenso, pero no demasiado, abanico de posibilidades, calidad escogida.

Tengo debilidad por los monovarietales y Somodo cuenta entre sus tintos con un mencía exquisito que sorprende a Elia. Dominio de Tares, Cepas Viejas, Bierzo. Terciopelo picota con recuerdos de olor a panadería antigua.

La camarera nos trae un pequeño plato hondo con aceite de oliva intenso y un pan que miga y prepara nuestro paladar para el desfile que está a punto de comenzar.
Rendidas al genio, nos dejamos sorprender por las texturas, olores, sabores, por las ideas, el orden y la elegancia que hacen de cada plato una obra de arte. Nos acercamos a cada aperitivo, entrante, primeros, segundos, postres… para poder olerlos y verlos en detalle antes de, con el ritmo que los colores parecen decirnos, entrar en ese mundo delicado y sólido.

En las fotos el menú de esa noche, como todas aquí, memorable y emocionante. Gracias Shojiro, por ser presencia y por compartirla con generosidad y apertura.

Y como dice el refrán, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, reserva tu mesa en el teléfono 934 15 65 48 y dile a Shojiro que vienes de parte de Cristina, la bloguera de MyVeryBests.
Restaurante Somodo. Calle Ros de Olano 11, en el corazón de Gracia, Barcelona.
Shojiro es un autentico maestro!! Espectacular Post, es como si hubiera cenado con todas esas sensaciones descritas sin salir de casa 😉
Albert! Me alegra acercar Shojiro a tu paladar y ya sabes que siempre estoy a punto para acompañar a un buen amigo a los excelsos platos de Somodó.
Un abrazo viajero.